Antes del surgimiento del Espiritismo, el teísmo monoteísta se catalogaba como de dos vertientes: religioso y no religioso. El teísmo no religioso se le llama deísmo. El deísmo es una postura filosófica que sostiene la existencia de Dios, pero como consecuencia de la razón y la experiencia personal, y no por revelación o fe. Establece que la única función de Dios es como creador inicial, luego de lo cual no interviene en lo creado. Destaca que Dios ha creado el Universo, pero se mantiene alejado de él, permitiendo que se autorregule a través de leyes naturales que trabajan de manera mecánica. Por tanto. Dios no interviene en los asuntos humanos, ni realiza milagros o revelaciones sobrenaturales.
El teísmo religioso más conocido en el occidente es el teísmo cristiano. El teísmo cristiano establece la existencia de Dios que, además de ser el creador del Universo, interviene en él constantemente. Por tanto, Dios sí interviene en los asuntos humanos y puede realizar milagros y revelaciones sobrenaturales. La existencia de Dios se produce como producto de la revelación y se sostiene por fe. Aunque hay un solo Dios, éste se manifiesta en tres personalidades en el Universo: Dios el padre, Dios el hijo y Dios el Espíritu Santo (Trinidad). Dios es personalizado, es decir se le da características antropomórficas o humanas.
Sin embargo, a partir del surgimiento del Espiritismo, surge una tercera categoría de teísmo monoteísta: teísmo espiritista. El teísmo presentado a través del Espiritismo es un híbrido de estas dos posiciones, que son consideradas como extremistas y excluyentes una de la otra. Kardec establece la existencia de un teísmo que surge como consecuencia de la fe razonada. El concepto de “fe razonada” establece que la existencia de Dios se establece por ambos mecanismos: la revelación y la deducción razonada. Este mecanismo lleva al individuo (al espiritista) a ser un teísta definitivo: Yo no cuestiono la existencia de Dios; Yo sé que él existe.
El teísmo espiritista tiene sus particularidades. Concibe un Dios independiente de lo creado: el Universo es efecto de Dios, pero no es Dios. Dios interviene en lo creado: creando continuamente, organizando a través de leyes universales (leyes naturales) y sosteniendo su existencia. Sin embargo, la intervención de Dios es a través de procesos naturales sin envolver nada sobrenatural o milagroso. Dios interviene en el progreso de la humanidad mediante revelaciones estimuladoras de la creatividad intelectual y moral del ser humano. Dios no resuelve los problemas del ser humano, pero le da herramientas para que éste pueda resolverlos por sí mismo. Dios es único y no se manifiesta como una trinidad, ni se le personifica con características antropomórficas. Dios es la inteligencia suprema, causa primera de todas las cosas e infinito en sus perfecciones.[1]
Así que vemos que el Espiritismo, en virtud de sus descubrimientos como ciencia, posee su propia y diferente visión de Dios: teísmo monoteísta espiritista. Estableciéndose que el teísmo espiritista no es igual al teísmo religioso cristiano. Los espiritistas debemos ser cuidadosos cuando nos expresamos acerca de Dios, pues tendemos a presentarlo al estilo cristiano. Una razón más para establecer que el Espiritismo no debe recibir el apellido de cristiano. No debemos decir “Espiritismo Cristiano”, sino simplemente Espiritismo.
[1] Kardec, Allan. El Libro de los Espíritus. Capítulo I.